No lo cubre ni el paraguas

No lo cubre ni el paraguas.
Hubo un momento de silencio en la sala, las manos sudaban y las miradas inquietas poco a poco perdían el norte.
-más café! Gritó ella, para ponerle énfasis a la velada, sabia que era absurdo.
El carraspeó, incómodo, alzo la vos. –Está lloviendo una vez más! Su cara volteo a la ventana, pero su mirada estaba desviada.
-Querido, supongo es hora de que te marches, la lluvia moja, como no, y su chaleco de hilo desteñido ni siquiera encubría su huesudo cuerpo.
-Pero, diablos, está bien. Atormentado se paró, puso sus manos sobre su cabeza, la miró, pesco rápidamente su teléfono celular y se marcho.
Desconsolada ella, se largo a llorar tendida en el sillón, se pació por toda la casa y se lamento mordiéndose los labios por su porfía.
Él caminó bajo la lluvia que parecía desquitarse contra su persona, entre aguas se entienden, pues mezclar el llanto con la tormenta no inquietaba a nadie. No manchaba su hombría.

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ZapatillasCitricas